EL ORIGEN DEL AMOR

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.

1 Juan 4: 7

Podemos ser nacidos de Dios y aun así no conocer a Dios, y eso nos lleva a vivir engañados hablando de alguien que no conocemos y con quién no hemos tenido ninguna clase de relación, pues Dios se presenta en diferentes roles y cuando buscamos sus servicios en cualquiera de esos roles entonces nos muestra su poder dándose a conocer.

Conocer a Dios es muy importante porque es uno de los requisitos para amar; sin embargo, el versículo afirma que para amar debemos ser nacidos de Dios y conocer a Dios, esto significa que no basta con que Dios nos engendre por su palabra, sino que también es necesario tener una relación íntima con Él. Esto inicia reconociendo cuál es la necesidad tengo y preguntándome ¿A quién necesito en mi vida? ¿A un abogado, un amigo, un juez, un ejemplo a seguir…? luego que defino cuál es mi necesidad lo invoco de la manera que lo necesito y comienzo a estudiarlo y tratarlo como tal; en ese transcurso de buscar ayuda y refugio en Él debo llegar a tener un encuentro íntimo con Dios hasta el punto de desnudarme (mostrarme tal y como soy sin apariencias ni hipocresías) ante su presencia, mostrando lo vergonzoso vil y hermoso de mí para que al humillarme delante de Dios sacando cada una de esas cosas entresaque lo precioso de lo vil y puede entrar en otra dimensión llegando al secreto de Dios descubriendo los tesoros más grandes y guardados. Y estando en este proceso debemos ser diligentes y no estancarnos para que lleguemos a ser como la boca de Dios.

El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 1 Juan 4: 8

Al no pasar por ese proceso anterior no se evidencia en nosotros los frutos del espíritu y entre ellos el de más peso es el amor; porque al no haber tenido intimidad con Dios para ser alimentados de la esencia de Dios que es el amor, no podemos reflejar lo que Él es. Pues son los frutos lo que muestra una imitación de Dios en nosotros y al no ser alimentados pasa lo mismo que sucede cuando una rama no se alimenta del agua que tiene el tallo, se seca y por ende se muere. Así mismo la falta de intimidad con Dios nos seca, no nos deja dar frutos y nos lleva la muerte espiritual. Somos árboles de Dios plantados en su huerto por ende debemos alimentarnos de Él que tiene el agua viva. Sin embargo, no podemos recibir ese alimento si no estamos unidos a Él que es el tronco principal del árbol

En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. 1 Juan 4: 13

Además, cuando nos unimos a Dios en esa intimidad, Él nos da de su espíritu y ese espíritu que Él nos da es de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1: 7) y por eso podemos vencer y triunfar

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